La industria automovilística frente al auto eléctrico
Los países que se han convertido en centros mundiales de producción de automóviles suelen por terminar convirtiendo a dicho sector empresarial en uno de sus pilares industriales, no en balde proporciona varias ventajas adicionales al PIB nacional y a la clase de fuerza laboral que se crea, pero junto con dichas ventajas vienen también ciertos desafíos, como por ejemplo de seguir siendo competitivos cuando aparece un avance potencialmente disruptivo como es el coche eléctrico que tan de moda a puesto Elon Musk con su compañía Tesla, la joya de la corona del emporio empresarial del multimillonario sudafricano.
Y ese es precisamente el caso de México, un país en el cual el automóvil y la industria creada a su alrededor se han convertido en uno de los pilares fundamentales de las manufacturas de la nación hispanohablante más poblada del mundo.
La industria del automóvil y su adaptación al auto eléctrico
México es una de las economías más grandes de Iberoamérica, concretamente la segunda más grande después de la lusófona Brasil, y la cuarta del continente al añadir a EEUU y Canadá, y con un mercado como el estadounidense en al norte como son los EEUU, un país que ha creado parte de su idiosincrasia en torno al automóvil y en el que nacieron algunas de las empresas automovilísticas más importantes del mundo (además de ser el país de nacimiento de la producción en cadena de la mano del mítico empresario Henry Ford y su icónico modelo Ford T), no es de extrañar que la producción y exportación de automóviles se haya convertido en uno de los sectores industriales más importantes de su economía, gracias en gran parte a que los empresarios estadounidenses decidieran externalizar su producción en el vecino del Sur, consiguiendo de paso la creación en México de una masa laboral industrial bien formada y con unos salarios comparativamente altos, sobre todo teniendo en cuenta que una de las exigencias para la firma del T-MEC fué la subida de los salarios mexicanos como forma para intentar frenar el traslado de empresas estadounidenses en dirección a México.
Pero como bien demostró el declive de Detroit, ciudad que fué la meca de la industria del automóvil en los EEUU durante décadas, y que pasó de ser conocida como la Ciudad del Motor a declarar una quiebra por una cantidad de millones de dólares monstruosa y terminar medio abandonada y medio en ruinas, que una industria tenga gran importancia en una ciudad, Estado o país no significa que esto vaya a seguir siendo así, lo que debería obligar a México a plantearse la necesidad de adaptar su industria automovilística al auto eléctrico, el cual parece ser el futuro de la movilidad urbana e interurbana, y una de las razones por las cuales Tesla se ha convertido en una empresa tan valiosa e incluso la cotización de sus acciones en un instrumento del trading online, inversiones estas que hay que realizar con la debida precaución por los altos riesgos, como el que supone operar utilizando el apalancamiento.
Y es que el paso del automóvil con motor de combustión interna al automóvil de motor eléctrico requiere de una transformación de las instalaciones y de un reciclaje de los trabajadores, y ambas cosas requieren de tiempo y dinero, y ello cuando sea posible, además de que probablemente los motores eléctricos necesiten otras commodities distintas y otras industrias accesorias distintas a las de los motores de combustión, por lo que la industria del automóvil eléctrico tiene el potencial de cambiar gran parte de la economía industrial de la sociedad en la que se instale, lo cual es a la vez una oportunidad y un desafío, quizás tan grande como el de seguir siendo un país atractivo para atraer producción foránea a la vez que se mejoran las condiciones laborales de los trabajadores nacionales, ya que un atractivo de países como México o China ha sido siempre el de la abundancia de mano de obra cualificada o cualificable con costes laborales bajos, ventaja que se va diluyendo según el país va escalando posiciones en los índices de bienestar y moviendo trabajadores del sector primario y secundario hacia el sector servicios, sector este último que ocupa a gran parte de la fuerza laboral de los países más desarrollados.