Psicología, ¿fin o principio?
Lyzandro Herrera
Primera de dos partes.- Cuando cobra conciencia de sí mismo el hombre, realmente aparece sobre la faz de la tierra. Es ahí el tiempo exacto de su origen, porque no llega de un “afuera”, parte de sí, para manifestarse como tal, como humano, no como el animal que se adapta al mundo natural, sino como un ser que vive para transformarlo a partir de su propia transmutación. Concomitante al proceso de nacimiento de la conciencia, a lo que los griegos llamaban “alma” comprendiéndola como una esencia independiente del ser, capaz de perdurar a pesar de la muerte, y es precisamente con esta última palabra que el hombre fecunda su intelecto para crearse inmortal, ajeno a su fatal destino, del que se sabe presa y es para fortuna o tragedia, su último camino. De esta forma la muerte vuelve al hombre un ser preocupado por el futuro, consciente de su fatalidad y precursor de un pensamiento eterno para salvarse, el cual ha perdurado hasta hoy sin lograrlo. Cada avance cultural, ha puesto el tema del alma o de la conciencia sea: cognitiva, emocional, volitiva o espiritual, en una posición de suma importancia para comprenderse y en cada una ellas, los avances han sido en beneficio del más íntimo sentimiento humano, es decir, hemos podido ir comprendiendo cada vez más el pensamiento, el sentimiento y la voluntad del hombre. La psicología, hija preferida de la filosofía occidental del Renacimiento y la Ilustración, ha logrado una posición social privilegiada en los últimos dos siglos de nuestra era. Eruditos como Freud, Jung, Piaget, Ericsson, Doll, Hessell, han sentado las bases del desarrollo de la ciencia de la conducta, el pensamiento y la emoción humanos. Con ellos hemos podido comprender a través de un lenguaje propio del mundo occidental “moderno” una nueva y rica forma de preguntarnos, ¿qué es el hombre y su conciencia? Continuará. (Agradezco a Cohutec Vargas G. la elaboración de esta columna)